Sus rebeldías nuestras fortalezas

Nunca Más por Patricia Breccia http://salvajeando.blogspot.com.es/

Cuando se exponen análisis históricos que (d)enuncian sistemas de opresión diseñados en base al sexo, el recién llegado se enfrenta a una duda tan básica como visceral: ¿cómo es posible que todo lo que rige la vida pueda estar basado un sistema que oprime a las mujeres? ¿Para qué? ¿Con qué maléfico propósito? A partir de ahí numerosos interrogantes se abren. Aceptar nuestra propia participación y responsabilidad en el sistema patriarcal es un proceso personal y colectivo lleno de resistencias que se materializan en lo que es y no concreto, en lo colectivo y lo individual. Imposible disociar capital y patriarcado, identificarlo como dos caras de la misma moneda es esencial para entenderlo, asumirlo y escapar.

La producción y el consumo necesitan de trabajadorxs y consumidores, y en gran medida de ciudadanxs. Una ciudadanía excluyente que otorga un determinado estátus, y para que tenga valor necesariamente deben existir otrxs que carezcan de él. Así, el sistema velará por la existencia de una ciudadanía raquítica que aunque precarice sus condiciones, es parte estratégica del dispositivo que le sostiene.

Tal y como expone Silvia Federici en El Caliban y La Bruja

También podemos observar que la promoción del crecimiento poblacional por parte del Estado puede ir de la mano de una destrucción masiva de la vida; pues en muchas circunstancias históricas -como por ejemplo, la historia de la trata de esclavos- una es condición de la otra. Efectivamente en un sistema donde la vida está subordinada a la producción de ganancias, la acumulación de la fuerza del trabajo sólo puede lograrse con el máximo de violencia para que, en palabras de María Mies, la violencia misma se transforme en la fuerza más productiva.

Las violencias históricas ejercidas sobre la vida y los cuerpos de las mujeres han sumado pingües beneficios con la misma lógica que opera la trata de exclavxs, con la complicidad de esa ciudadanía que mantiene el Statu quo. La denuncia del abuso conlleva una respuesta clara, el terror ejercido por los guardianes del poder tratando de ejemplificar conductas.

Este es el caso de Laura Gómez, sindicalista detenida en Barcelona, 23 días en prisión preventiva, la fiscalía pide 36 años de carcel, su delito, participar en un acto en el que simbólicamente se quemaban euros frente a la bolsa de Barcelona, hecho perseguido por atentar contra los pilares fundamentales del sistema. Una grieta que tapar para evitar lo inevitable, su derrumbe.

La amenaza a Mireia Mollà tampoco debe pasar desapercibida. Esta diputada en las Cortes Valencianas ha venido denunciando un caso de corrupción donde se encuentra implicado el que fuera consejero cooperación y ciudadanía, en consecuencia  el abogado defensor y el imputado se jactan sobre la posibilidad de violarla como medida intimidatoria.

Esta es la seguridad jurídica con la que a partir de ahora cuentan las mujeres en el estado español. Ante su terror estas y otras mujeres ejercen una resistencia activa y valiente. Sus cuerpos, sus vidas y sus mentes son hoy más que nunca territorios en disputa. Sus rebeldías nuestras fortalezas.