Odiosas comparaciones

Hace más de un año, la formación política Bildu tuvo la posibilidad de presentarse a los comicios electorales del 20 de noviembre de 2012. El resultado fue un importante apoyo de parte de la ciudadanía vasca, una sana alternancia de poder en muchas localidades de Euskadi, y la perfecta excusa para algunxs que obviando treguas y posibilidades sacaron de nuevo a pasear rentables desconfianzas . Esta semana además, se ha cumplido el vigesimoquinto aniversario del atentado de Hipercor en el que murieron 21 personas y el Tribunal Constitucional del estado español ha legalizado a Sortu. La historia de cómo se ha llegado hasta aquí está plagada de recovecos, posicionamientos y sobre todo mucha rentabilidad electoral. Según la wikipedia desde 1968 ETA ha asesinado a 829 personas.

Feministas en Resistencia contra el golpe de estado en Honduras

Feministas en Resistencia contra el golpe de estado en Honduras

Por otro lado constatamos que entre 2003 y 2011, 605 mujeres han muerto a causa de violencia machista, 25 más engrosan la penosa lista a 21 de junio para 2012. Ellas computan como víctimas de este tipo de terror si sus casos cumplen unos estrictos requisitos. Dificilmente computaría como violencia de género el asesinato de un varón a manos de otro por el hecho de que el primero fuera pareja y el perpetrador exconyuge de la mujer. De la misma forma que el caso de Marta del Castillo nunca fue tratado mediaticamente como un caso de violencia de género. Claramente estos y otros ejemplos nos permiten sospechar sobre el importante subregistro numérico que existe en relación a muertes violentas en función al género. Sin olvidar traumas y lesiones que no han llegado ser mortales, y que computarían como víctimas de semejante atrocidad y de las que podemos afirmar rotundamente que son evitables.

Estaríamos por tanto ante una pandemia que nos afecta como ciudadanxs, vecinxs, amigxs, familiares… cuyas consecuencias sociales, políticas y económicas son difíciles de cuantificar e imprevisibles en una futura proyección. Las secuelas y los efectos secundarios están por evaluar. Siendo esto así, la sociedad no se encuentra lo suficientemente posicionada más allá de lo correctamente polítco, de lo formal. La tan nombrada crisis recorta siniestramente, aún así el descenso presupuestario de la partida para la prevención de la violencia de género (21,6%) nada tiene que ver con los recortes llevados a cabo por los ministerios de defensa e interior, 8,8% y 4,3% respectivamente. De la misma forma, el aparato mediático reduce su papel a mero transmisor del hecho delictivo e introduce tímidamente conceptos tales como terrorismo machista, como contrapartida perpetúa la publicidad sexista, revictimiza reduciendolxs a un única dimensión, no se engrasa del mismo modo en que lo hace para otros terrorismos, la rentabilidad no es la misma, pero su complicidad sí.

La filósofa política Hannah Arendt acuñó el concepto banalidad del mal para definir al que opera dentro de un sistema basado en actos de exterminio. Algunas legislaciones aplican penas a estados que no han respondido con la suficiente contundencia las necesidades demandadas por la población, sentencias que no abundan pero que tienen su mejor exponente en la que la Corte Interamericana de derechos humanos condena al estado mexicano por el caso del Campo Algodonero. Su cumplimiento está aún por llegar.

Sus rebeldías nuestras fortalezas

Nunca Más por Patricia Breccia http://salvajeando.blogspot.com.es/

Cuando se exponen análisis históricos que (d)enuncian sistemas de opresión diseñados en base al sexo, el recién llegado se enfrenta a una duda tan básica como visceral: ¿cómo es posible que todo lo que rige la vida pueda estar basado un sistema que oprime a las mujeres? ¿Para qué? ¿Con qué maléfico propósito? A partir de ahí numerosos interrogantes se abren. Aceptar nuestra propia participación y responsabilidad en el sistema patriarcal es un proceso personal y colectivo lleno de resistencias que se materializan en lo que es y no concreto, en lo colectivo y lo individual. Imposible disociar capital y patriarcado, identificarlo como dos caras de la misma moneda es esencial para entenderlo, asumirlo y escapar.

La producción y el consumo necesitan de trabajadorxs y consumidores, y en gran medida de ciudadanxs. Una ciudadanía excluyente que otorga un determinado estátus, y para que tenga valor necesariamente deben existir otrxs que carezcan de él. Así, el sistema velará por la existencia de una ciudadanía raquítica que aunque precarice sus condiciones, es parte estratégica del dispositivo que le sostiene.

Tal y como expone Silvia Federici en El Caliban y La Bruja

También podemos observar que la promoción del crecimiento poblacional por parte del Estado puede ir de la mano de una destrucción masiva de la vida; pues en muchas circunstancias históricas -como por ejemplo, la historia de la trata de esclavos- una es condición de la otra. Efectivamente en un sistema donde la vida está subordinada a la producción de ganancias, la acumulación de la fuerza del trabajo sólo puede lograrse con el máximo de violencia para que, en palabras de María Mies, la violencia misma se transforme en la fuerza más productiva.

Las violencias históricas ejercidas sobre la vida y los cuerpos de las mujeres han sumado pingües beneficios con la misma lógica que opera la trata de exclavxs, con la complicidad de esa ciudadanía que mantiene el Statu quo. La denuncia del abuso conlleva una respuesta clara, el terror ejercido por los guardianes del poder tratando de ejemplificar conductas.

Este es el caso de Laura Gómez, sindicalista detenida en Barcelona, 23 días en prisión preventiva, la fiscalía pide 36 años de carcel, su delito, participar en un acto en el que simbólicamente se quemaban euros frente a la bolsa de Barcelona, hecho perseguido por atentar contra los pilares fundamentales del sistema. Una grieta que tapar para evitar lo inevitable, su derrumbe.

La amenaza a Mireia Mollà tampoco debe pasar desapercibida. Esta diputada en las Cortes Valencianas ha venido denunciando un caso de corrupción donde se encuentra implicado el que fuera consejero cooperación y ciudadanía, en consecuencia  el abogado defensor y el imputado se jactan sobre la posibilidad de violarla como medida intimidatoria.

Esta es la seguridad jurídica con la que a partir de ahora cuentan las mujeres en el estado español. Ante su terror estas y otras mujeres ejercen una resistencia activa y valiente. Sus cuerpos, sus vidas y sus mentes son hoy más que nunca territorios en disputa. Sus rebeldías nuestras fortalezas.

Día Internacional de las Mujeres Ociosas

Rosie doesn´t want to do it

Conocida popularmente como Rosie the Riveter (La Remachadora), Geraldine Hoff Doyle, al igual que millones de mujeres durante la II Guerra Mundial, ocupó uno de los puestos de trabajo que algunos hombres dejaban vacantes en las fábricas al incorporarse a la contienda. Así, Geraldine trabajó durante un breve periodo de tiempo en una planta de impresión metalúrgica. Había mujeres que por necesidad aprovechaban los nichos laborales que el acontecimiento bélico les ofrecía; a otras, era el sentimiento patriótico el que les llevaba a sumarse a la gesta desde las retaguardias de sus hogares y ciudades, el denominado frente interno. Como en tantas ocasiones, el análisis de clase es aquí ineludible. En el caso de Hoff es esta segunda motivación la que le mueve, aunque abandona la fábrica al poco tiempo de su incorpración tras el accidente laboral que causó la muerte de una amiga y compañera[1].

En 1942 un fotógrafo de la agencia United Press retrató a la joven frente a una máquina de estampación de metal. La fotografía de aquella hermosa mujer morena con un pañuelo de lunares anudado en su cabeza acabó convertida en símbolo a través del póster, diseñado por el artista gráfico J. Howard Miller, que por aquel entonces trabajaba para el Comité Coordinador de Producción de Guerra de la Westinghouse Company, un mecanismo de propaganda con el que contaban muchas empresas de la época.

En un primer momento el cartel de Miller tuvo un objetivo claro -diferente a sus lecturas posteriores-, combatir las huelgas y el absentismo laboral que se iniciaba al calor de un incipiente sindicalismo[2]. De esta forma, la primera vez que se expone la obra gráfica se hace en el interior de algunas fábricas del medio oeste estadounidense durante un breve período de tiempo, en concreto entre el 15 y el 28 de febrero de 1943, como así reza en el ángulo inferior izquierdo. Su distribución no se concibió como masiva3. Nada en el cartel nos da a conocer su nombre o su ocupación laboral, esta pre-Rosie fue simplemente diseñada como una amenaza que desactivaba posibles reivindicaciones en relación a la mejora de los derechos laborales de los trabajadores.

Cartel de J. Howard Miller para Westinghouse

Cartel de J. Howard Miller para Westinghouse

Posteriormente el cartel de Miller fue nombrado como Rosie the Riveter, pero la genuina Rosie es una creación de Norman Rockwell. A diferencia del cartel elaborado para Westinghouse, la superwoman de Rockwell no luce uñas esmaltadas ni labios pintados. La modelo que posó por 10 dólares un par de veces asegura que jamás tuvo la musculatura que la asemeja al profeta Isaías que Miguel Ángel plasmó en la Capilla Sixtina. Así, la coloca sobre un ejemplar de Mein Kampf a la hora del lunch y sosteniendo en su regazo la herramienta de remachar y la tartera rotulada que la nombra. La composición, que es portada de The Sunday Evening el 29 de mayo de 1943, se pupularizó hasta convertirse en el icono que esbozaba una determinada actitud frente a la adversidad, las Rosies serían para la posteridad un especie de ejército de salvación inspirado, eso sí, en la cartelería socialista de la década de los 1930´.

Portada de la revista The Sunday Evening realizada por Norman Rockwell

Portada de la revista The Sunday Evening realizada por Norman Rockwell

El hasta ahora último episodio en el que Rosie ha logrado nuevamente re-inventar-se ha sido de la mano del feminismo estadounidense de los 1980´ que reivindicaba igualdad salarial entre mujeres y hombres, posteriormente se ha utilizado como estandarte de exigencias de igualdad formal y real entre géneros.

Encuentro en el texto Notas sobre la condición política del Ciberfeminismo de Faith Wilding y Critical Art Ensamble,  en relación al acceso de las mujeres a conocimientos y herramientas tecnológicas, en el que no relaciona necesariamente que este manejo esté ligado y al servicio del capital. Asi Wilding subraya que “romper el techo de cristal y convertirse en una parte activa de la clase trabajadora que se beneficia de la jerarquía genérica no es una meta muy feminista, hacerlo no es algo de lo que sentirse realmente orgullosa”.

Desde este espacio no se negará la existencia física y simbólica del llamado techo de cristal, figura que ejemplifica las dificultades de acceso de las mujeres a espacios y puestos de responsabilidad en la toma de decisiones del escalafón institucional (político, financiero, empresarial, cultural y religioso) dada la configuración sistémica en la que intentamos desarrollar la vida, el capitalismo neoliberal. La existencia de sutiles mecanismos que naturalizan y camuflan prácticas cotidianas devuelven absolutas realidades, de este modo cuando encontramos a mujeres que ostentan altos cargos y son referentes mediáticos, nunca se analiza el coste personal (a qué se ha renunciado), con qué lógicas se ha dado esa práctica política (su grado de heteronormativad) y con quién y bajo qué supuestos se ha producido la negociación que ha permitido que estemos y seamos en espacios tradicionalmente negados.

Es aquí cuando Faith Wilding evidencia, como hicieron otras muchas, la ineludible trampa en la que caímos desde la “aséptica” meta de la equidad/igualdad. Muchas vidas de mujeres chocaron contra esa pared invisible propulsadas por mecanismos encarnados en conceptos universales, transversales y abstractos como son justicia, paz y desarrollo. La salud y el bienestar de muchas fue afectado y lo sigue siendo, lo que no debiera ser en balde, sobre todo si desde un espacio altamente tecnificado y cualificado nos negamos, como tradicionalmente lo ha hecho el etnocentrismo, a sumar otras posiciones más radicales, comunitarias, autónomas, innovadoras o ancestrales, sin que se produzca un conflicto insalvable.

Una revisión histórica colectiva se hace necesaria, una que no sublime geografías occidentales, pero que a la vez vaya rescatando y posicionando lecciones aprendidas y prácticas significativas a modo de catálogo sobre el que pensar en nuevas acciones y estrategias. Formas potentes por el hecho concreto de no imaginarlas así, que subvierten los mandatos del sistema para que conscientemente ejerzamos otras formas de resistir y combatir. Rosie hoy quizás no querría hacerlo.

Artículo de Carmen Pellicer publicado simultáneamente en www.infotics.es y www.egelesta.net/nadiehablaradenosotras

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